Jesús, El Nuevo Templo
La Fiesta de la Dedicación de la Basílica de Letrán que
celebramos hoy nos permite recordar el camino del
pueblo y el cuidado constante y fiel de Dios. Al mismo
tiempo, se nos recuerda que cada uno de nosotros
es una “casa de Dios” en Jesús Resucitado, porque
el Espíritu Santo habita en cada uno de nosotros
(cf. 1 Cor. 3,16).
Esta sola conciencia nos lleva, por un
lado, a alabar al Señor, y por otro, a decir a veces de
forma excesiva: “Señor, no soy digno de que entres
bajo mi techo” (Mt. 8,8), olvidando que Él ya está en
nosotros y que nos acoge y ama no como quisiéramos
ser, sino como somos, aquí y ahora. Las distracciones
del presente son las que hacen borroso el rostro del
Señor. Cuando aprendemos a mantener la mirada fija
en Jesús, el Autor y Consumador de nuestra fe, de
nuestra amistad con Él (cf. Heb 12,1-4), nuestros
rostros brillarán con la luz que brota de un corazón
“unificado”. La serenidad que se requiere es
momentánea, pero necesita desarrollarse a lo largo de
toda una vida de reflexión y dirigirnos directamente
a la “habitación del Rey” (cf. El Castillo Interior,
Santa Teresa de Ávila).
El nombre de esta Basílica Papal es Basílica del Santísimo
Salvador y de los Santos Juan Bautista y Juan Evangelista
en Letrán. Los Cristianos consideran la Basílica como la
iglesia madre de todas las iglesias del mundo. - Vatican News.